El error de Munich

En “La tragedia de los grandes poderes políticos” afirma que el discurso es el motor que mueve la política internacional y que el realismo ha sido el discurso dominante durante los últimos siete siglos.

COLUMNA

El error de Múnich

Gabriel Hidalgo Andrade

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John J. Mearsheimer

El 30 de septiembre de 1938 se reunieron en Múnich los jefes de gobierno del Reino Unido, Francia, Italia y Alemania. Tras la anexión de Austria en marzo de 1938, Adolf Hitler se consagró como defensor de los alemanes en Moravia y Bohemia en Checoslovaquia, desencadenando la crisis de los Sudetes. Los mandatarios acordaron anexar los Sudetes a Alemania. Hitler prometió hacerse solo con los Sudetes, pero no cumplió. El 15 de marzo de 1939, la armada nazi invadió el resto de Chequia.

Vladimir Putin hoy aparece como un moderno Adolf Hitler que invadió a Ucrania bajo pretextos identitarios y llegar a un acuerdo con él podría repetir “el error de Múnich”. Lo dijo John Mearsheimer en una conferencia ofrecida el 25 de septiembre de 2015.

La guerra ruso-ucraniana responde a una consecuencia causal de los eventos ocurridos en el primer cuatrimestre de 2014: las manifestaciones del Euromaidán en febrero, la anexión de Crimea y de Sebastopol a Rusia en marzo y la guerra del Dombás en abril.

Mearsheimer, un año después, pronosticó en su conferencia que la raíz de este problema es la ampliación de las fronteras de la OTAN, elemento central de una estrategia más amplia para integrar a Ucrania a Occidente. Rusia, como todas las grandes potencias, es sensible a las amenazas cerca de su territorio; y que son los rusos, no Occidente, quienes finalmente deben decidir qué considerar como una amenaza para ellos.

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En su libro “La tragedia de los grandes poderes políticos” (2001) afirma que el discurso es el motor que mueve la política internacional y que el realismo ha sido el discurso dominante durante al menos los últimos siete siglos, impulsando a los Estados a que desconfíen de otros Estados y que se aprovechen de ellos siempre que sea posible. Lo que se necesita para crear un mundo más pacífico es un discurso de reemplazo que enfatice la confianza y la cooperación entre los Estados, en lugar de la sospecha y la hostilidad, sentencia Mearsheimer.

La política exterior de Putin es una anomalía al paradigma, como dirán Martin Hollis y Steve Smith, que podrían derrumbar el paradigma clásico del realismo de Hans Morgenthau. Mientras Putin y sus compatriotas han pensado y actuado de acuerdo con la hostilidad realista, sus contrapartes occidentales se han adherido a ideas liberales sobre política internacional. El resultado es que Estados Unidos y sus aliados, sin saberlo, provocaron una gran crisis en Ucrania, dice Mearsheimer quien además predijo, más de un lustro antes de la actual guerra ruso-ucraniana, que Occidente debería limitar sus esfuerzos de ingeniería social dentro de Ucrania, que es momento de finalizar el apoyo occidental a otra Revolución Naranja, y que los líderes estadounidenses y europeos deberían animar a Ucrania a respetar los derechos de las minorías, especialmente los derechos lingüísticos de los rusohablantes.

¿Acordar con Putin será como cometer el error de Múnich? La respuesta está en un posible cambio de paradigma en el realismo provocado por esta anomalía.

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