COLUMNA

China: futuro y amenaza

Gabriel Hidalgo Andrade

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El 29 de agosto de 1842, a bordo del navío de guerra británico HMS Cornwallis, en aguas de Nankí, y tras la derrota de China en la guerra previa, los representantes del Imperio británico y de la China de Qing suscribieron el Tratado de Paz Perpetua y Amistad. Casi medio siglo antes, en 1795, Immanuel Kant publicó su célebre ensayo “Sobre la paz perpetua”.

El tratado de Nankí modificó para siempre la forma de comercio global. Así, los británicos obligaron a los chinos a abrir sus puertos a los extranjeros. El propio Kant en su “Tercer artículo definitivo de la paz perpetua” subrayó la fortaleza de China en su política de suspicaz hospitalidad a los extranjeros.[1] Hoy, la China contemporánea luce cada vez más fortalecida en el contexto de las potencias de primer orden por apostar por una estrategia similar de consolidación interna seguida por una política de expansión internacional. ¿China es la gran amenaza al orden global liberal?   

Christopher Layne, escritor y profesor de la Universidad Texas A&M apunta algunas respuestas en su sugerente trabajo “El mito de la paz democrática”.[2] Mientras Kant asegura que las condiciones de la política interna de los países, su predisposición al comercio interdependiente entre estados y a la membresía internacional reducen las posibilidades de conflicto militar, Layne explica que las democracias no son menos propensas que las no democracias para ir a la guerra (p. 8). Que los países, sean o no democracias, evitan o enfrentan una guerra siguiendo condicionantes estratégicos (p. 14) y que la cooperación entre los países es posible pero en un ambiente de competitividad (p. 41). En todos los casos, la seguridad y la supervivencia siempre estarán en riesgo y los estados, sean o no liberales, responderán de la misma forma (p. 12).

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Sin embargo, nada de esto contradice a la Teoría de la Paz Democrática. Incluso John R. Oneal, profesor emérito de la Universidad de Alabama, y Bruce Russett, profesor de la Universidad de Yale, autores del elogiado trabajo titulado “La paz kantiana”, estudiaron los beneficios de la democracia, la interdependencia y las organizaciones internacionales en un periodo superior a un siglo (1885–1992), comprobando estadísticamente que los estados reducen drásticamente sus posibilidades de enfrentamiento militar si estimulan la democracia en sus países, que los países involucrados en organizaciones internacionales tienden a ser más pacíficos, y que la democracia y el comercio son variables transversales en una relación interdependiente.[3]

El último tratado desigual que suscribió China con Gran Bretaña fue la Convención de Simla en 1914. Casi setenta años le tomó al gigante asiático industrializarse, fortalecerse internamente y arrancar con el desafío de la expansión internacional. Así es como Layne y Oneal & Russett ofrecen piezas de un mismo rompecabezas: a China no le interesa atentar al orden liberal internacional o a la Pax Americana posguerra fría. Pero esa es precisamente su principal amenaza: convivir pacíficamente con los países liberales hasta devorarlos en el marco de la interdependencia comercial.

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[1] Oneal, John R. y Bruce Russett. «The Kantian Peace: The Pacific Benefits of Democracy, Interdependence, and International Organizations, 1885–1992». World Politics 52, n.º 1 (octubre de 1999): 1-37.

[2] Layne, C. (1994). Kant or cant: The myth of the democratic peace. International security, 19(2), pp. 5-49.

[3] Kant, Immanuel. Sobre La Paz Perpetua (Clasicos). 6a ed. Tecnos, 2005: 35.

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