COLUMNA
KNOWMADS, LOCOS POR EL CONOCIMIENTO
por Mateo Fierro
En 2013, John Moravec – fundador de Education Futures LCC– escribió Knowmad Society. El propósito de este libro era presentar un nuevo perfil laboral conocido como knowmad. De acuerdo con Moravec, este ingenioso juego de palabras -que puede traducirse al español como nómadas del conocimiento- describe a “personas creativas, imaginativas e innovadoras que pueden trabajar con casi cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar”. Un knowmad es un trabajador preparado para todas las exigencias que le presenta el mundo laboral en constante cambio. Sin embargo, décadas antes, Zygmunt Bauman ya había puesto en duda dichas exigencias en su libro Modernidad Líquida. Allí, hizo una simple pero fundamental pregunta: ¿Qué efectos tiene sobre el ser humano un entorno que parece no detenerse jamás?
Antes de responder esta pregunta es pertinente desentrañar los secretos que esconde la idea del knowmad. Este concepto vaticina la muerte del empleo y la venida del trabajo. ¿Cuál es la diferencia entre ambos conceptos? El empleo se traduce en un puesto específico en una compañía específica. Esto se materializaba en contratos largos, empleados que mantenían sus puestos durante décadas y ambientes laborales compuestos por gente que se relacionaba entre sí. Por otra parte, el trabajo es fruto de la capacidad que tiene una persona para utilizar su conocimiento y adaptarse a cualquier cambio. Supuestamente, este último es el resultado de ser proactivo y no caer en el conformismo. Ante la inexistencia de puestos fijos la única opción viable es estar preparado para el fin de la estabilidad laboral.
A simple vista, este perfil aparenta no ser más que una respuesta pertinente ante la evolución de las demandas del mercado. Sería incoherente exigir a los trabajadores del siglo XXI lo mismo que se pedía a los empleados del siglo pasado. No obstante, al dar prioridad a los requerimientos de la producción en vez del estado anímico de las personas, se deja al descubierto el talón de Aquiles de la indiferencia mercantil. Por eso Knowmad es un concepto curioso, pues logra en su misma construcción adentrarse el pie y denotar su apatía ante cualquier rasgo humano. La palabra knowmad puede separarse fonéticamente en know y nomad, como es la idea inicial, pero también en know y mad: loco por el conocimiento. El ambiguo camino para ser un knowmad se encuentra enmarcado en la locura que nace del cansancio y la incertidumbre. El knowmad representa la búsqueda por comprender un porvenir inentendible.
La palabra knowmad puede separarse fonéticamente en know y nomad, como es la idea inicial, pero también en know y mad: loco por el conocimiento. El ambiguo camino para ser un knowmad se encuentra enmarcado en la locura que nace del cansancio y la incertidumbre.
¿Por qué este perfil encaja en lo que Bauman bautizó como Modernidad Líquida? La liquidez describe a una época donde la estabilidad y el equilibrio palidecen ante la adaptabilidad y la movilización imperante. Así como un líquido, nuestro entorno nunca toma una forma concreta, tan solo permanece brevísimos momentos quieto antes de volver a su permanente frenetismo. Un knowmad es un trabajador líquido, siempre a ciegas, aunque quiera convencerse de que algún día será capaz de verlo todo. Trata desesperadamente de obtenerlo todo, aunque eso sea materialmente imposible. En palabras de Bauman: “los caminos de la vida no se enderezan a medida que los recorremos, y una curva bien tomada no es garantía de que la próxima nos resulte igual”. Si bien las habilidades que debe desarrollar permanentemente un buen trabajador líquido pueden ser suficientes para el siguiente gran cambio, existe otra posibilidad mucho más dolorosa: nada ni nadie puede asegurar que el knowmad está preparado para lo que viene, porque nadie sabe qué se aproxima. En la Modernidad Líquida, la única constante es la inconstancia. Frente a tal incertidumbre, el knowmadintentará desesperadamente desterrar cualquier límite. El inconveniente es que se comienza a percibir al reposo y a la tranquilidad como parte de esos límites.
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Si la productividad es la misión clave del trabajador líquido, entonces debe mantener todo bajo control para seguir a la vanguardia del conocimiento. Lamentablemente, las intenciones de un knowmad son paradójicas. A pesar de que la Modernidad Líquida trae consigo la promesa de premiar el esfuerzo individual, Bauman considera que un trabajador común no tiene forma de influenciar en su entorno: “lo que importa ahora es el control de cada individuo sobre su propio presente. Y para muchos, quizá la mayoría, el control individual que ejerce sobre su presente es por lo menos endeble, cuando no directamente nulo”. A pesar de seguir coleccionando diplomas para su currículo, el knowmadseguirá a merced de fuerzas que van más allá de sí mismo. Cualquier característica laboral es candidata a la obsolescencia.
Bauman considera que un trabajador común no tiene forma de influenciar en su entorno: “lo que importa ahora es el control de cada individuo sobre su propio presente. Y para muchos, quizá la mayoría, el control individual que ejerce sobre su presente es por lo menos endeble, cuando no directamente nulo”.
Por lo tanto, y a pesar de su reiterativa transformación, el ciclo seguirá repitiéndose: el cambio que sucedió hoy no detendrá el que puede venir mañana. Por eso, el sujeto líquido se caracteriza por la necesidad de llevar siempre un equipaje liviano. No puede ni debe caer en la costumbre o la comodidad. Debe mantenerse en movimiento antes de ser rebasado por otros trabajadores. Esto no solo se limita al ámbito laboral, sino a lo social o sentimental. El compromiso es un obstáculo que desnuda al empleado líquido, quien no está dispuesto a detenerse a menos que sea extremadamente necesario. Las relaciones sociales ahora son conexiones sociales efímeras basadas en la productividad del ahora más que en la amistad del futuro. Una relación significativa podría ser candidata a transformarse en una pérdida de tiempo y ese riesgo es inconcebible. La obsesión por seguir siendo un candidato apto llega a tal punto que incluso los gustos y pasiones pueden comenzar a ser vistas como estorbos: encontrar algo que le agrade y gastar demasiadas horas en ello podría ser fatal porque frente a las grandes carreras en las que está compitiendo el knowmad cada minuto es imprescindible.
Ahora bien, ¿con quién mantiene esta carrera? ¿Realmente este sistema no está dispuesto a darnos un minuto de descanso? Byung-Chul Han, quien recupera y trabaja sobre varias ideas de Bauman, en la Sociedad del Cansancio, considera que la presión que está siendo ejercida sobre el individuo moderno proviene principalmente de él mismo: “el sujeto obligado a rendir queda libre de toda instancia dominadora externa que lo fuerce a trabajar y lo explote. Queda sometido únicamente a sí mismo. Pero la pérdida de la instancia dominadora externa no basta para eliminar la estructura coercitiva, sino que hace que la libertad y la coerción se identifiquen”. La esclavitud ya no nace del látigo del patrón, sino de las expectativas autoimpuestas. Estas expectativas son indeterminadas y desconectadas con la realidad, pero son la única meta conocida. El knowmad, convencido de vivir en plena libertad, siente culpa ante la insatisfacción que lo atormenta. El esfuerzo es la carta de presentación para ser mínimamente merecedor de respeto, aprecio y oportunidades. No obstante, ese mismo esfuerzo que promete emancipar, en realidad obliga a caer en el ostracismo.
Los sujetos líquidos ven a aspectos humanos básicos -como el descanso, el ocio, el amor o la contemplación- como debilidades y pérdidas de tiempo. ¿Las consecuencias? Principalmente agotamiento mental que da como resultado un sentimiento irresoluble. A pesar de la ausencia de metas concretas el trabajador líquido seguirá. El panóptico que construyó Bentham y redefinió Foucault ya no es necesario: nadie debe vigilar a un trabajador líquido para dejarlo en permanente miedo, pues ahora él se auto explota. El trabajador líquido es, nada más y ni nada menos, un perro que persigue eternamente su cola. Por lo menos hasta que decida, algún día, detenerse un segundo.