
FRAGMENTOS FILOSÓFICOS

CÁSCARA DE NUEZ
4.500 millones de años a cámara rápida
por Alexander Von Schönburg
El ardiente Indo bebe el agua del helado Araxes; el Persa, las aguas del Elba y del Rin. La diosa de los mares Tetis revelará nuevos orbes, ya no será Thule el confín de las tierras.
SÉNECA
El comienzo de la historia se narra rápido; nadie conoce lo que había «antes». En cambio, lo que sucedió después, hace aproximadamente trece mil millones de años, se sabe con bastante exactitud: un cosmos de dimensiones mínimas revienta liberando un máximo de energía, sus fragmentos se expanden y se alejan los unos de los otros como si estuvieran en la superficie de un globo que se va hinchando. Surgen el espacio, la luz y el tiempo. Nadie puede decir por qué sucedió tal cosa; no obstante, la distancia de los fragmentos, que todavía se desplazan de forma explosiva, permite inferir que, en efecto, sucedió e incluso determinar cuándo.
Saltémonos el asunto un tanto inquietante del Big Bang y también la larga, muy larga historia del nacimiento de la tierra. El vuelo centrífugo del cosmos da lugar, gracias a la gravitación, al surgimiento de bolas de gas y estrellas. Nuestro sol, un diminuto astro fijo, apareció hace alrededor de cinco mil quinientos millones de años. Nuestra tierra, que gira fielmente alrededor del sol, es solo unos mil millones de años más joven y ha sido, la mayor parte de este tiempo, un lugar bastante inhóspito. Durante más de cuatro mil millones de años todo ha ardido y burbujeado sin parar. En tres mil quinientos millones de años, tiempo en que transcurrió la mayor parte de la historia de la tierra, nuestro planeta fue una sopa primigenia con algas dentro. Uno no quiere saber lo que decían por aquel entonces en el telediario de la noche…
Hace unos quinientos millones de años ocurre algo extraño: surge la vida. La llamada explosión cámbrica. De forma fulminante —según las dimensiones temporales objeto de nuestra observación— aparecen plantas terrestres, animales de caparazón duro, los primeros pececillos, anfibios, insectos y finalmente reptiles y pájaros. En un lapso de tiempo muy reducido se produce una proliferación, un ajetreo acelerado de seres que se deslizan, reptan, vuelan presentando una variedad y exuberancia nunca vistas. A continuación se suceden algunos impactos de asteroides o cometas, algunas de las especies vegetales o animales mueren dejando espacio para otras.
Rebobinemos hacia delante: los siguientes cuatrocientos noventa y siete millones de años vuelven a transcurrir muy despacio, hasta que hace unos tres millones de años la cosa vuelve a ponerse interesante porque una especie animal presenta un comportamiento llamativo. Algunas especies de monos que, como todos ellos, proceden de un tipo de tupaya insectívora, comienzan a comportarse de una manera extraña. Caminan erguidos y por lo tanto tienen las manos libres. Se desarrollan varias especies de primates. Así como hoy en día existen diferentes razas de perros o de pájaros, durante dos millones de años hubo también diferentes especies de homínidos primitivos. En Europa y en Asia occidental se gestó el hombre de Neandertal. En Asia también existió el Homo erectus soloensis, el hombre de Solo, y el Homo floresiensis, el hombre de Flores, que en la literatura popular se conoce como el hobbit, extinguido hace apenas doce mil años.
Mantente al día de las novedades de Filosófica
Suscríbete a nuestro newsletter
El avance técnico que se produjo en el lapso de tiempo comprendido entre tres millones y setenta mil años antes de nuestra era cronológica es asombrosamente lento. Tras la aparición del primer ejemplar de bifaz no hubo durante millones de años un bifaz 2.0. Ni un solo Steve Jobs a la redonda. Muy tarde, allá por el mencionado año 70.000 a. C., una conmutación en el cerebro catapulta hacia delante a una de las muchas especies de homínidos, al Homo sapiens, originario de África oriental, colocándolo en una posición bastante ventajosa. Uno de sus hándicaps evolutivos —el hecho de traer al mundo seres prematuros— favoreció seguramente sus capacidades comunicativas.
En lugar de andar recogiendo herramientas de piedra por aquí y por allá, estos seres crean de repente auténticos talleres. Las capacidades organizativas y técnicas se disparan. Hablamos, pintamos, jugamos, hacemos planes, comerciamos. Nos convertimos en seres pensantes. Comienza la llamada revolución cognitiva. Nos llega en un momento en que somos pocos. Varias catástrofes naturales, como los estallidos de volcanes, hacen que 70.000 años atrás quedáramos reducidos a menos de 10.000 exponentes. Esto quiere decir, primero, que ya en una ocasión estuvimos a punto de extinguirnos, y, segundo, que todos somos parientes cercanos. Desde el punto de vista genético, la reina de Inglaterra, El Chapo y Elvis Presley están íntimamente emparentados, con cada uno de los lectores de estas líneas.
Hace unos doce mil años se produjo la siguiente cesura de gran envergadura: el sedentarismo. Dejamos de dedicarnos exclusivamente a la caza y la recolección, para sembrar, cosechar y asentarnos. Probablemente, no sin que esto diera lugar a conflictos significativos entre las culturas tradicionales, desligadas de la tierra, y las sedentarias. Estas últimas se impusieron porque podían hacer acopio de una mayor cantidad de alimento y almacenarlo. Esto, sin embargo, las obligaba a producir cada vez más para poder alimentar a una población en crecimiento. Desde ese momento ya no hubo vuelta atrás. Una vez el hombre se ha asentado…
-Fragmento de Historia portátil del mundo